La situación algo tensa, que placer indescriptible, somatar un paquete cerrado de cigarros contra la mano opuesta, quitar el papel celofán, sacar el pequeño papel envuelto con tabaco, acercárselo a la nariz, aspirar el olor, ponérselo en la boca, encender el cigarrillo, aspirar la primera bocanada, que placer... esta fue una descripción dada por una persona entrevistada en mi consultorio. La pregunta obligada era ¿cuándo siente más necesidad de fumar? Y aquí se puede uno encontrar todas las situaciones posibles, por ejemplo en los programas “reality show”, como se denomina en los últimos tiempos a esos experimentos que reducen a la gente a conejillos de indias: el mejor cigarro es el de la mañana (en ayunas, imagínese), otros al estar nervioso, o al estar calmado, al estar excitado y por supuesto al hacer el amor, al estar con amigos, al estar solo, sentado en el baño, antes o después de comer, al tomarse un trago, y hasta los anunciadores del programa en los debates fuman. Y aquí entramos a la pregunta principal, si en todas las situaciones sentimos “placer” al fumar, ¿por qué fumamos?
La respuesta es compleja, los psicoanalistas dicen que manifestación de un proceso mental conocido como regresión, (quedarse en la edad del chupete), los sociólogos apoyan la teoría de que es por la influencia constante de los medios de comunicación, que nos bombardean con sus campañas publicitarias millonarias y que prometen éxito social (imagínese aceptación de la gente, con el aliento que queda después de fumar), los genetistas por su parte afirman que probablemente la información genética determine que una persona tenga el vicio de fumar, en fin; de lo único que estamos seguros de que todas las sustancias contenidas en el cigarro (no sólo el tabaco, sino que pesticidas orgánicos y metálicos), la única que causa adicción es la nicotina. Esta sustancia es la que produce el síndrome de abstinencia, es decir esa sensación de ansiedad, desasosiego, malestar general, cuando el fumador pasa algunas horas sin fumar, y sobre estas bases funcionan los tratamientos para dejar de fumar con parches que, introduciendo al cuerpo, cantidades progresivamente menores de nicotina, sin embargo, el punto esencial e indispensable para que tengan éxito es querer dejar el hábito.Frecuentemente, vienen a mi mente algunas otras frases, escuchadas en la clínica: “Dejar de fumar es muy fácil, ya lo hecho muchas veces”, “He leído tanto que fumar es malo, que he decidido dejar de leer”, “Uno al año, no hace daño, uno al mes, que bueno es, y uno al día que alegría”. Pero ¿por qué fumamos? ¿Qué es lo que lleva a usar esa pequeña lumbre de destrucción? Por irracional que sea tal uso, probablemente es más irracional, esperar que el hombre actué racionalmente, como dijo Kienkergard: “El hombre es una síntesis de finito e infinito de libertad y necesidad, de temporal y eterno”.
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